Twyman y Stokes: Una amistad más allá del baloncesto

Artículo especial 14 de Febrero: Día del amor y la AMISTAD.




Maurice Stokes estaba llamado a marcar una época en el baloncesto. Con una habilidad innata y con un físico prodigioso daba la impresión de no tener límites. Sin embargo, una inoportuna caída contra los Lakers acabó con todas sus aspiraciones deportivas.  Olvidado por la NBA, despedido por su equipo y alejado de su familia solo encontró un apoyo con el que agarrarse a la vida: su compañero de equipo Jack Twyman.

Maurice, nació en Rankin, una pequeña ciudad al sureste de Pittsburgh, durante el caluroso verano del 1933. Su familia era de origen humilde y estaba fuertemente ligada a la industria acerera local. Pronto aprendió, viendo a su padre y a sus hermanos mayores trabajar en la metalurgia, el valor del esfuerzo. Esto a la postre sería el determinante para su llegada a la NBA.Los premios Twyman-Stokes, en recuerdo de aquella bella acciónLos premios Twyman-Stokes, en recuerdo de aquella bella acción
Desde pequeño demostró poseer un físico imponente, por tanto parecía estar encaminado a seguir la saga familiar. Pero a pesar de ello, tomó un destino completamente diferente: eligió el baloncesto.
En contra de lo que se podría pensar, Maurice no era uno de los mejores del equipo. En un principio se le consideraba como uno más, aunque a base de trabajo y esfuerzo llegó a convertirse en el mejor. Pronto los ojeadores de las principales universidades estadounidenses se comenzaron a fijar en él, llegando incluso a ofrecerle varias becas. Finalmente se decantó por la propuesta de la Universidad de Saint Francis, pero no por su programa baloncestístico sino por la cercanía de su domicilio. Durante sus cuatro temporadas en la NCAA promedió 23,3 puntos y 22,2 rebotes por partido; unos estratosféricos guarismos que le propulsaron al número dos del Draft del 1955.
Ya lo había conseguido, ya estaba en la NBA. Ahora solo le quedaba demostrar de qué era capaz. Durante tres temporadas exhibió un nivel extraordinario, tan alto que los premios se convirtieron en una constante. Era tan bueno que hasta Red Auerbach dijo una vez de él:        “Maurice era como Magic Johnson, pero mucho antes de que Magic existiera
Todo cambió
No obstante, el 12 de marzo de 1958 todo cambió. El destino quiso que el infortunio se cruzara en su camino en una de esas acciones que se producen cientos de veces en un partido. Stokes saltó a por un rebote, con tan mala suerte que, mientras estaba en el aire, fue desequilibrado por un contrario. No pudo controlar el cuerpo y cayó al suelo golpeándose fuertemente en la cabeza.
El ruido fue estrepitoso y la imagen de Maurice tumbado en el suelo, terrorífica. Todo el pabellón se sumió en un silencio sepulcral al ver que Stokes no se movía, aunque afortunadamente, después de unos minutos en estado inconsciente, se levantó sin mayores problemas. Hoy en día todo hubiera sido diferente. Seguramente se le hubiese trasladado al hospital para que se le realizaran las pertinentes pruebas médicas, pero a mediados de los 50 con una palmadita en la espalda bastaba para seguir jugando.
Solo habían pasado tres días desde la caída y, aparentemente, no mostraba ninguna secuela, así que el cuerpo técnico vio con buenos ojos su participación en el siguiente encuentro. Todo iba según lo previsto hasta que se empezó a marear. El entrenador lo sacó de la cancha e inmediatamente fue atendido por los servicios médicos. Se le diagnosticó un simple mareo aunque en el vuelo de vuelta todo se terminó por torcer.
Mo se desmayó de nuevo pero esta vez no pudo ser reanimado. Los médicos decidieron trasladarlo al hospital de Cincinnati aunque ya era tarde, había entrado en coma. Tardó varios días en despertarse y cuando lo hizo apenas podía pestañear, estaba totalmente paralizado. Unas horas más tarde el jefe de los servicios médicos se personó en su habitación con la mala noticia; Maurice había sufrido una encefalopatía postraumática que había afectado a la función motora del cerebro. Solo tenía 24 años.
Las malas noticias no suelen venir solas y a la incapacidad de Stokes se le sumó el alto valor de las facturas médicas y la decisión de los Cincinnati Royals de prescindir de sus servicios. Ahí fue cuando se le terminó de venir el mundo encima. No sabía a quién acudir ni cómo pagar a los médicos, pero por fortuna su ángel de la guardia apareció encarnado en Jack Twyman.
Jack era su compañero de equipo y, si bien no habían sido grandes amigos en los Royals, fue uno de los pocos que se preocupó por su situación. Durante el periodo estival trabajaba en una agencia aseguradora, así que aprovechó su conocimiento del mundo de los seguros para conseguirle una indemnización por accidente laboral. El único problema era que para recibir la pensión tenía que quedarse en Cincinnati; no podía trasladarse con su familia a Pittsburgh.

Tutor legal
Pero Twyman encontró rápidamente la solución. Pidió permiso a la familia de Stokes y se convirtió en su tutor legal. Poco después se puso en contacto con estrellas de la talla de Wilt Chamberlain, Oscar Robertson o Elgin Baylor y juntos organizaron un partido para recaudar fondos. En el primer encuentro consiguieron más de 100.000 dólares, por tanto, ante tal éxito, decidieron repetirlo anualmente. Poco a poco las facturas se fueron pagando y gracias al tratamiento Maurice pudo recobrar algo de movilidad, aunque desgraciadamente su carrera ya se había acabado.
Años más tarde, en una entrevista con el New York Post, Twyman fue preguntado por qué ayudó a Stokes. Él simplemente dijo: “Maurice se quedó solo. Algo había que hacer y alguien tenía que hacerlo. Yo era la única persona que había, así que yo me convertí en ese alguien”.
En todo este tiempo, Stokes y Twyman no se convirtieron en amigos, ambos ya eran inseparables. Llegaron a tener tanta afinidad que hasta desarrollaron un sistema de comunicación por parpadeos. No obstante, la vida de Stokes fue efímera. Con apenas 36 años sufría un ataque cardíaco que le provocaría la muerte.
 Desde entonces Jack Twyman se dedicó en cuerpo y alma a pedir el ingreso de Stokes en el Salón de la Fama. Fue una ardua tarea de 34 años pero finalmente, en el año 2004, consiguió su objetivo. El propio Jack tuvo el honor de hacer el discurso de presentación de su compañero y en él, como no podía ser de otra forma, se encargó de recordar a aquel gran amigo al que el destino le cortó las alas.

-Artículo por Juanjo para eldiariofenix.com
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