La Generación Dorada del Basquetbol Argentino : A 12 Años de su Gran éxito

La Generación Dorada del basquetbol argentino
César Abraham Navarrete Vázquez


Para mi hermano Omar, compañero en la vida y en el juego


Los mejores jugadores se vuelven héroes, los mejores equipos mitos.

Franco Bavoni Escobedo, Los juegos del hombre


Acaso la peor nostalgia no se sea aquella que se recuerda en el futuro, sino la inminente. El tiempo es inmisericorde con la vida humana, aunque se ensaña particularmente con el deporte; con los deportistas, mejor dicho. Su actividad es efímera incluso si se compara con el período productivo de otras profesiones.

Atenas2004
Playera de Emmanuel Ginóbili. Indumentaria de la Selección argentina en los Juegos Olímpicos de Londres 2012. César Navarrete. JPG. Fotografía: César Navarrete.


Existen muchos equipos ganadores, pero realmente hay muy pocos con espíritu. Por ello, no es ilógico que a la camada de basquetbolistas argentinos calificada posteriormente por los medios de comunicación como «La Generación Dorada», se le conozca en su país coloquialmente como «El Alma».

Antecedentes

En 1950, apuntalada por Oscar Alberto Furlong, el baloncestista más destacado de su nación hasta la década de los ochenta, la Argentina ganó el primer Campeonato Mundial organizado por la Federación Internacional de Basquetbol (en los Juegos Olímpicos de Londres 1948 finalizó quince y cuatro en Helsinki 1952).

A pesar de obtener los Campeonatos Sudamericanos de 1966, 1976, 1979 y 1987, la «celeste y blanca» no trascendió a nivel internacional hasta que se coronó en los Juegos Panamericanos de Mar del Plata 1995 con jugadores como Marcelo Milanesio, Diego Osella, Luis Villar, Esteban De la Fuente y Juan Espil. Esta generación asistió al Juego Olímpico como lo llaman ellosde Atlanta 1996.

El conocimiento del basquetbol de esta latitud se lo debo a la cadena ESPN y a su transmisión del XXXVII Campeonato Sudamericano de 1997 en Maracaibo, Venezuela. Uruguay dominaba entonces la región bajo el liderazgo del base de 1, 77 metros, Marcelo Capalbo.

Lo que para otros televidentes fue una extravagancia, para mí resultó un descubrimiento trascendente. A pesar de que compraba la revista española FIBA Basketque se exhibía esporádicamente en las tiendas departamentales mexicanas, estaba más acostumbrado a las ligas norteamericanas: la NCAA y la poderosa NBA.

Aquel torneo me trascendió como televidente e investigador, pues me acercó a otra sensibilidad, la sudamericana. Alguna vez, jugando con amigos hondureños en una cancha mexicana, uno de ellos me comentó que la mecánica de mi tiro era estadounidense (el lanzamiento por encima de la cabeza y en suspensión), en tanto la suya, europea.

La Generación Dorada

El Mundial Sub-22 de Australia 1997 marcó la presentación mundial de un conjunto de pibes, del cual quedó fuera Andrés El Chapu Nocioni debido a problemas disciplinarios.

Cuenta la leyenda que, después caer en semifinales, los «pendejos» (el argentinismo se emplea para aludir a los niños, los inexpertos, los jóvenes) se prometieron trascender. Cumplieron su palabra porque durante el siguiente decenio protagonizaron el basquetbol internacional hasta convertirse en el mejor equipo del planeta (la FIBA los clasificó como número uno del 2008 al 2012).

Varios de sus miembros habían coincidido en las categorías inferiores cuando contaban apenas dieciséis años. Guillermo Edgardo Vecchio, otrora campeón panamericano en 1995 y entonces seleccionador juvenil, los sometió a brutales entrenamientos aprendidos con los boinas verdes, además de inculcarles la mentalidad ganadora: «Hablaba de medallas, de podios cuando no pasábamos; apenas nos clasificábamos», declara el movedor Juan Ignacio Pepe Sánchez (Vecchio dirigió a México, pero como siempre la grilla hizo su estadía efímera).

El Sudamericano de Valdivia 2001 supuso para muchos de ellos la primera convocatoria a la selección definitiva. Después de 14 años, la Argentina obtuvo su décimo título regional.

En casa, en el Campeonato FIBA Américas de Neuquén de ese mismo año, se clasificó invicto al Mundial de Basquetbol de Indianápolis 2002 con un registro de 10-0.

Indianápolis 2002

El sábado 17 de agosto de 2002, tras once años, México derrotó a Argentina por 81 a 70 en el Palacio de los Deportes. Eduardo Nájera anotó 22 puntos y capturó 10 rebotes (acaso esto y el subcampeonato del Centrobasket de Toluca 1999 hayan sido lo más destacado del chihuahuense con la representación mayor, sin considerar el cuarto lugar en la Universiada de Palma de Mallorca 1999). Emmanuel Ginóbili recuerda esta visita como una de sus experiencias más extrañas como seleccionado: «La duela estaba mojada y no se podía ni caminar».

Ya en Indianápolis, Argentina enfrentó a los Estados Unidos, en cuya plantilla figuraban Reggie Miller y Paul Pierce. Venció sorpresivamente a los anfitriones. El pisotón de Jermaine ONeal a un lozano Luis Scola de cabellera corta, después de un afrentoso tapón, resume la incredulidad y la impotencia de presenciar así el termino de la racha de imbatibilidad iniciada diez años antes por el Dream Team en Barcelona 1992 (el baloncesto es una religión en Indiana, que bien podría denominarse como la «Jericó de USA Basketball», ya que en 1987 había perdido el título panamericano, sufriendo la humillación de su primera derrota como local contra el Brasil del máximo anotador en la historia de este deporte y de los Juegos Olímpicos, Oscar Schmidt).

La revelación del torneo llegó a la final contra la Yugoslavia serbomontenegrina. Vlade Divać, Pedrag Stojaković y Dejan Bodiroga oxímoron como «el basquetbolista lento más rápido del mundo»—, se aprovecharon de la inexperiencia argentina con la condescendencia de los árbitros. Las circunstancias del resultado fueron frustrantes y afrentosas.

La crisis económica obligó a los basquetbolistas a emigrar a Europa (Marcelo Nicola, el gran proscrito de la Generación, quien tuvo diferencias irreconciliables con el seleccionador Rubén Magnano, se había marchado antes).

Emmanuel Ginóbili descolló con el Virtus Bolonia en Italia. El continente europeo no había visto a un jugador con semejante proyección desde el croata Toni Kukoč (si bien no hay que olvidarse de Pedja Stojaković, ni del malogrado Predrag Danilović, ni tampoco de Tony Parker). En 2003, Manu fue contratado por San Antonio, ganando el primero de sus cuatro anillos de campeón en la liga y popularizando el eurostep (movimiento introducido por el lituano Šarūnas Marčiulionis, en que el atacante al aro da un paso en una dirección, a modo de finta, para dar el siguiente en otra, evadiendo la marca del defensor).

Foto: Basket Viral


Atenas 2004

En la vida como en el deporte siempre hay algo que parece anticipar felizmente lo porvenir. Durante la década de los noventa, Atenas de Córdoba había dominado la liga argentina, destacando de igual modo en América del Sur, además de abastecer a la selección nacional.
Pero los partidos de preparación anteriores a los Juegos Olímpicos de Atenas 2004 fueron desastrosos. En esta concentración se descartó a Leandro Palladino y a Lucas Victoriano integrantes primigenios de las categorías inferiores, en favor de Carlos Delfino y Walter Herrmann.

Argentina debutó contra Serbia, la heredera de la gloria yugoslava. Aprendió de sus errores. En las postrimerías del encuentro, el Puma Montecchia asistió a Ginóbili y éste, sin posición, lanzó un tiro imposible para vengar el revés del Mundobasket: «Fue un milagro: tiré un zapato y entró».

Grecia y sus casi veinte mil fanáticos representaron un desafío en la ronda de eliminación directa. El partido fue ríspido; nada salía bien. La desesperación se apoderó de la docena dirigida por Magnano hasta que éste recurrió a un elemento de la banca, quien participaba muy poco.

El ingreso del sereno Herrmann infundió de ánimo a sus compañeros (su aplomo estaba fuera de discusión: en 2003 perdió a su familia madre, hermana y novia en un accidente automovilístico. A un año exactamente de la tragedia, el hábil y musculoso alero guió a su selección con 34 unidades y 11 rebotes, a conseguir otro campeonato sudamericano en Campos dos Goytacazes, Brasil. Horas después del juego su padre falleció de un ataque cardíaco).

Argentina accedió a las semifinales. Nuevamente se encontró contra los Estados Unidos. Tim Duncan, Stephon Marbury, Dwyane Wade, Allen Iverson, además de Lebron James y Carmelo Anthony (en Río 2016, Melo devino en el único basquetbolista con tres oros), conformaban esta versión. Con un Ginóbili inspirado en su primera aparición olímpica, el combinado argentino se convirtió en el único en vencer en dos ocasiones a un cuadro estadounidense conformado por elementos de la NBA.

Festejo máximo. Foto: Internet


El sueño se consumó ante Italia en la final. Mientras la selección de balompié se colgó la medalla de oro por la mañana, la de «básquet» lo hizo por la noche, dándole a la Argentina la victoria en los dos deportes más populares del orbe. Las imágenes en la memoria de los aficionados: los abrazos en la banca, el bigotón Magnano corriendo sobre la duela como un niño, los ramos florales, las coronas de laurel, las sonrisas y las preseas mostradas a las cámaras aquilatando el talento y el esfuerzo de esta pléyade áurea, ya no sólo en el apelativo.

El juego se difundió por la tarde en México. Lo vi aunque no le presté demasiada atención. Mi familia y yo estábamos en Acapulco, acabábamos de registrarnos en el hotel y padecíamos de hambre. Fue la última vez que estuve en el puerto guerrerense.

Japón 2006, Pekín 2008 y Londres 2012

Para Japón 2006 eran favoritos. En la antesala de la final, las dos Generaciones Doradas de la época ambas hispanoparlantes se toparon. Del mismo modo en que Argentina había remontado la cima en Juegos Olímpicos, España, liderada por Pau Gasol, lo hacía en el Mundial.

Emmanuel Ginóbili fue el abanderado de su delegación en Pekín 2008 (la segunda de sus cuatro presencias). Aunque poco a poco las estrellas de esta constelación comenzaron a apagarse, su brillo se prolongó más de lo que se esperaba. Dicha competencia trajo otra medalla; en esta ocasión de bronce.

En Londres 2012 Argentina ocupó el cuarto lugar. Parecía un digno colofón para el ciclo más provechoso de la historia de su baloncesto en el que fungieron como seleccionadores Rubén Magnano, Julio Lamas y Sergio Oveja Hernández (sin olvidar a Guillermo Vecchio, quien predijo, contra críticas y burlas, que «estos chicos llegarían a la NBA»). Emmanuel Ginóbili, Andrés Nocioni, Luis Scola, Juan Ignacio Sánchez, Fabricio Oberto, Walter Herrmann, Rubén Wolkowyski, Carlos Delfino y Pablo Prigioni se enrolaron y su desempeño le abrió las puertas a las generaciones posteriores.

España 2014 y Río de Janeiro 2016

El Mundial de España 2014 se considera el fin de la «Generación Dorada» del basquetbol argentino. Con ausencias determinantes, el plantel se ubicó en la posición once.

El reinado de una dinastía de ensueño como ésta no careció de imponderables: la «Maldición de las semifinales» (los esguinces de Manu en Indianápolis 2002 y Pekín 2008 y la ruptura de mano de Fabricio Oberto en Atenas 2004, además de su retiro prematuro por una afección cardíaca); los desoladoras adversidades familiares de Herrmann; los 38 meses sin jugar y las 7 operaciones de Carlos Delfino

Sin embargo, Ginóbili, Nocioni, Scola y el propio Delfino aún tenían algo que decir.

Se designó a Monterrey como sede del Preolímpico de 2015. Por diferencias comerciales, la Ciudad de México acogió el evento (algunos días antes de la inauguración, me enteré del partido de exhibición entre México y Venezuela; asistí con la familia al Palacio de los Deportes, sede del basquetbol en México 1968. No se cobró la entrada. Sin saberlo, el triunfo venezolano fue presagioso: mis hermanos, un amigo y yo presenciamos su celebración semanas más tarde).

Argentina se presentó con una camada renovada respaldada por Nocioni y Scola. Los dirigentes y el cuerpo técnico aspiraban al repechaje. Sin embargo, calificaron directamente como subcampeones.

En el Premundial de Caracas 2013, México participó como invitado, en sustitución de Panamá. Seguí la competición por diversos portales que la comunidad compartía en las redes sociales.

«Los doce guerreros» sorprendieron a propios y a extraños, brindándole al medio basquetbolero mexicano una dulcísima satisfacción por todos los sinsabores del pasado reciente. De paso, la selección regresó a un Mundial después de cuatro décadas. Esto hacía pensar que recibir el Preolímpico era una oportunidad inmejorable para volver a la competencia máxima (no se asiste desde Montreal 1976).

Gustavo Ayón. FIBA Américas de 2015. En la parte de atrás se ve a Rubén Magnano, otrora campeón olímpico con Argentina en Atenas 2004. Fotografía: Ricardo Butrón.


En la última jornada de la primera ronda, México superó por 95 a 83 a Argentina e hizo a la afición albergar esperanzas (no se les doblegaba en un certamen continental desde el Preolímpico de San Juan 2003). La prensa deportiva, oportunista y desinformada como siempre, pregonó el triunfalismo (los portales virtuales especializados fueron un poco más mesurados). Sin embargo, dos días después en la semifinal, el oficio argentino acabó con el fervor y mandó a México a la reclasificación: 78 a 70. En primera fila un «hincha» narizón (Ginóbili), con playera y gorra negra, celebraba la consecución del pase a Río de Janeiro.

Pese a las mañas y los reclamos de Nocioni y de Scola (jugador más valioso del torneo), no pude dejar de admirarme de su experiencia y entrega (en vivo sus cualidades se potencian).

Antes de su participación en los Juegos Olímpicos, la Confederación Argentina de Basquetbol registró un documental de esta etapa (desde la conformación del plantel previamente a México 2015 hasta la preparación olímpica en Las Vegas, Córdoba y Buenos Aires). Recuerdo una escena en particular; por demás conmovedora. Durante uno de los entrenamientos, el veterano capitán Scola (flamante abanderado de su delegación en Río) defiende el aro y anima a su compañero a que lo embista con fuerza. La imagen está cargada de simbolismo: la despedida, la transición y la grandísima responsabilidad para la siguiente camada.

Consciente de sus limitaciones, la «selección de basquet» se despidió en Río 2016 honrosamente del deporte al que le dio tanto (gente como Jason Kidd, Mike Krzyzewski y Aleksandr Ðordjević se deshicieron en elogios). Jugó el partido más espectacular y dramático de la justa, imponiéndose y eliminando a Brasil, el acérrimo rival, en doble tiempo extra. Encaró a España, pero no se pudo recuperar del desgaste de la fecha anterior. El aparente arreglo entre Croacia y Lituania colocó a Argentina nuevamente contra Estados Unidos en cuartos de final. La hazaña no se concretó: cayó estrepitosamente por 105 a 78, concluyendo en el sitio ocho.

Emmanuel Ginóbili, el zurdo y ya legendario número cinco de la «celeste y blanca», el mejor basquetbolista argentino de la historia (considerado por muchos como uno de los tres deportistas más importantes de su país), se retiró a los 39 años (mi hermano le pidió a un amigo suyo que viajó al Cono Sur la playera oficial y le trajo la de Manu; hoy ocupa un espacio entrañable en mi colección). Su compañero inseparable y amigo, Andrés Nocioni, con 36, lo secundó.

Playera de Emmanuel Ginóbili. Indumentaria de la Selección argentina en los Juegos Olímpicos de Londres 2012. César Navarrete. JPG. Fotografía: César Navarrete.


Para finalizar

En un período en que la selección mexicana no sólo no figuraba, sino que prácticamente no existía, Argentina suplió y correspondió a mi necesidad de apoyar a un equipo (también prodigué mi fidelidad a España, con cuyos jugadores estaba más familiarizado por las transmisiones televisivas por cable).

Hago eco de las palabras del escritor uruguayo Eduardo Galeano en «Confesión del autor»: «Y cuando el buen deporte ocurre (utilizo este término en lugar del original fútbol), agradezco el milagro sin que me importe un rábano cuál es el club o el país que me lo ofrece».

La peor nostalgia no es aquella que se recuerda en el futuro, sino la que se experimenta por algo que se sabe terminadonunca olvidado para siempre.

-Por César Abraham Navarrete Vázquez.  Puedes seguir sus publicaciones en Twitter: 
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