No más pies descalzos; los triquis maduran.

* Los Niños Triquis han llegado a la madurez suficiente como para calzarse zapatos deportivos. Sus sueños ya van a medio camino, saltar, ahora será más fácil.
* Un artículo de Sara Cruz para Vine Sports

Después de las malas jugadas climáticas que dejaron sin recepción al equipo de telefonía móvil de Sergio Zúñiga, entrenador de los niños Triqui, por fin pudimos platicar sobre lo que implica ser un niño indígena y pertenecer al equipo de baloncesto que ha dado a México más victorias que derrotas. El recorrido de la selección mayor de los niños Triqui (13 años) comenzó en 2013, cuando ganaron el torneo internacional de mini baloncesto en Argentina y, posteriormente, vinieron otros triunfos en Alemania y Barcelona; entre los más destacados, sucedió el torneo contra los campeones nacionales de Estados Unidos con quienes la derrota fue sólo de tres puntos, pese a que los niños Triqui eran de menor talla y estatura.

El caso de los niños Triquis causó conmoción entre los mexicanos. Fue en el año de 2013 cuando aparecieron unos niños descalzados que con bajos recursos fueron el ejemplo de tenacidad, constancia, perseverancia, dedicación y, principalmente, amor por el deporte que practican. ¿Pero quién conoce en realidad la historia de los niños Triqui? Una vez que la sepas, no volverás a tirar la toalla o a patear las barbies por insignificancias.



Detrás del balón y la duela, sigue existiendo la carencia acompañada de los sueños que revivieron desde el 2010 cuando llegó el entrenador Sergio Zúñiga a sus vidas. Él es esposo de una mujer indígena, su hijo nació en Oaxaca y, los tres, forman parte de la comunidad Mixteca, muy cercana a la comunidad Triqui.

Los niños de esas zonas geográficas aprendieron que la violencia era una forma de vida. En voz de Zúñiga, tanto la Comunidad Mixteca, la de Sierra Juárez y la Comunidad Triqui eran rivales por disputas de poder por el centro ceremonial y los niños buscaban venganzas en vez de sonreír. Tomó dos años y medio para que el entrenador construyera el programa de educación integral en el que participan entrenadores deportivos, psicólogos, un nutriólogo y otros personajes que ayudan a que los niños venzan sus propias barreras y vean que, más allá de la carencia, hay sueños y logros basados en el esfuerzo y la dedicación.



Los niños triquis han comprendido la importancia entre ayudar a su comunidad y buscar su superación. Foto: Sergio Zúñiga

Uno de los retos fue cambiar el esquema del pensamiento; primero de los padres y después el de los niños. En realidad, el deporte fue sólo un pretexto para compartir con ellos la filosofía que una carrera profesional vale más que estirar la mano y esperar a que algo venga.

En un inicio eran sólo 800 infantes los que Zúñiga entrenaba, ahora son casi 2500 sumando integrantes desde los 5 hasta los 13 años y donde se incluyen casi 700 mujeres, quienes, lamentablemente, a partir de los 12 años son separadas por las propias abuelas y madres de familia.

El machismo está más arraigado en ellas que en los propios hombres: las abuelas se negaban a que las niñas realizaran ejercicios físicos como las lagartijas o las abdominales por la creencia que de eso impediría su estado de maternidad en una edad futura o, simplemente, por que perdían su valor como mujeres. En esas comunidades aún ellas son intercambiadas por dote y tienen entre 5 y 7 hijos.

El reto del proyecto de educación integral es que exista una selección varonil y femenil de niños indígenas tanto en el baloncesto, futbol y atletismo. Esas categorías en las que ya empiezan a entrenar y, al menos, en la rama varonil para futbol soccer ya hay pláticas con los Tigres de la Universidad Autónoma de Nuevo León para que los adolescentes de esas comunidades se puedan integrar a alguna de las categorías del equipo.

Pareciera ser que todo pinta de maravilla, pero sigue habiendo un reto bastante grande por atender: la alimentación. Los niños que se encuentran en la Casa Club pueden contar con las tres comidas al día, pero aquellos quienes se regresan a sus comunidades por distintas circunstancias y sólo acuden a entrenar los fines de semana, están expuestos a realizar una comida por día y eso dependiendo de las posibilidades económicas de cada familia; aun así, esos niños y adolescentes están aprendiendo español e inglés como base para su superación.



Han cambiado el estar descalzos por unos tenis. Así se ven en la actualidad los pequeños. Foto: Sergio Zúñiga

Nunca pierden de vista quienes son, de dónde vienen y a dónde quieren llegar. Para ellos los aplausos, las porras y los reportajes de los medios de comunicación son solo alicientes; en realidad ellos no buscan la fama, sólo disfrutan su momento, aprenden a vivir con lo que tienen y no se frustran por no estar en la opulencia. Hoy el deporte se ha convertido en el mediador para conseguir la paz y la amistad entre las comunidades; quizá no por completo, pero al menos los niños han aprendido a verse como semejantes y aprendieron que únicamente tienen rivales en la duela.

Esos niños que vimos en fotografías de 2013 ya usan tenis y no por presunción o prosperidad económica, pero sí porque han aprendido y se han acostumbrado a usarlos; ya no se les ampollan los pies ni les salen callosidades; ya no piensan igual, ahora saben de qué están hechos, tienen confianza en sí mismos, son compartidos y disfrutan la vida. Hablan de ser profesionistas y, comenta Zúñiga, quieren ayudar a su comunidad pues saben que, a pesar de ser niños, no pueden dejar sus responsabilidades familiares a un lado, aunque tampoco renuncian a la escuela ni a los entrenamientos; han asumido nuevos retos y sólo con la intención de ser diferentes.

Así que ya sabes, cuando tengas ganas de tirar la tolla, acuérdate de los niños Triqui, por que como dice Zúñiga, todos "podemos hacer cosas maravillosas sin hacer cosas extraordinarias".
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Sara Cruz. Fuente: https://sports.vice.com/latinamerica/article/no-mas-pies-descalzos
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