Michael Jordan es el jefe directo de Eduardo Nájera en los Bobcats de Charlotte, pero el exescolta de los Bulls no ha podido encontrar la formúla ganadora como empresario, a como lo fue como jugador. Nájera tampoco ha sido respetado por las lesiones.
El legendario escolta de Brooklyn es, probablemente, el mejor jugador que haya pisado una cancha de baloncesto. Su capacidad individual lo encumbró a la cima, pero la leyenda del número 23 se debe a su carácter ganador. Capaz de anotar 38 puntos en el quinto partido de unas finales antes los Jazz con fiebre y al filo del desmayo o de convertirse en el jugador más veterano con mejor media de puntos, fue capaz de superar toda adversidad, física o mental. Sin embargo, desde que cogió las riendas desde los despachos de los Charlotte Bobcats, franquicia de la que es propietario, allá por 2006, ganar es un reto casi imposible.
Con sólo 88,1 puntos, los Bobcats son el equipo menos anotador de toda la NBA. No es de extrañar teniendo en cuenta la calidad media de la plantilla. Jugadores como Derrick Brown, Mullens o DJ White gozan de minutos que en otras franquicias les serían ajenos. Las pocas esperanzas de aquí al futuro residen en la evolución de jóvenes como Kemba Walker o Biyombo y en el asentamiento de Herderson y Augustin. Jordan tiene como gran objetivo deshacerse del lastre que supone mantener en la franquicia a veteranos descontentos como Diop, o Maggette y acertar en su elección en el próximo draft, algo que nunca se le ha dado bien.

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