Eduardo Nájera "El paìs del mañana"

   Culturas. Najera poseía un talento especial para el baloncesto, pero nunca hubiera logrado su máximo potencial si no hubiera emigrado. ¡Chihuahua!

   En 1994 la Universidad Autónoma de Nuevo León en México “tiró la casa por la ventana” y en un desesperado esfuerzo por regresar al plantel los títulos regionales, estatales y nacionales que se les escapaban a manos de los vecinos Borregos del Tecnológico de Monterrey, se decidieron a contratar a Mike Taylor, ojeador NBA y con experiencia en dirigir planteles en la NCAA, el torneo estadounidense colegial.

   Al parecer su contrato era muy bueno, para atreverse a venir a trabajar a México. Pero lo  que encontró en la UANL fue un equipo subdesarrollado, un paso atrás en experiencia que sus rivales cercanos. Pero encontró aún más desorganización en los departamentos de direcciones deportivas. Algunas personas que colaboraban con él se sorprendían de sus jornadas extenuantes. Los jugadores hacían su máximo esfuerzo, pero no era suficiente. El problema era que su equipo necesitaba más apoyo, mejores alimentos y nuevos uniformes, giras de preparación y chicos con más talla y estatura. Cuando expuso su teoría en rectoría, se sorprendió cuando accedieron a la primera explicación. “Claro”, le dijeron, la ayuda no llegaría ese día, pero probablemente, “mañana”.

   Pensando que hablaban en serio, al día siguiente estaba allí para pelear por las necesidades del equipo. Pero recibió un nuevo “mañana”.Y esa operación se repitió por semanas y se hubiera repetido por meses, de no haber sido que Taylor desistió. Imposible trabajar sin el apoyo debido y unos cuantos meses luego de haber llegado, estaba tomando un vuelo de regreso para Indiana.

  Pero su viaje no fue infructuoso. Entre los Tigres de la Universidad de Nuevo León estaba un muchacho que venía de Meoqui, Chihuahua. Era un larguirucho de 2.03 metros llamado Eduardo Najera. Su dedicación era evidente y tenía el deseo y la chispa como para jugar en las universidades estadounidenses. Así que Mike Taylor no pierde el tiempo y lo recomienda a un amigo, el entrenador de la Universidad de Oklahoma. Najera no lo pensó dos veces, decidió no ser una víctima más de las circunstancias en su país y partió rumbo a Oklahoma. Luego de reprobar cuatro veces el examen de inglés, fue aprobado en su quinta oportunidad, e inició una carrera colegial en las aulas y en las duelas muy buena, que desembocaron en la inclusión de Najera en la NBA cuando fue contratado por los Mavericks de la NBA en 2001, siendo el segundo mexicano que logra llegar a la NBA y el primero que recibe un contrato largo.

  Mike Taylor sabe de qué se trata estar y trabajar en México. La adversidad a la que uno se enfrenta es tan terrible que esta compuesta de vallas casi infranqueables que consisten en federaciones deportivas inoperantes, un gobierno con escasísimo apoyo al deporte popular y un departamento de educación que no contempla horas suficientes al deporte como esencial para el desarrollo integral para los niños y los jóvenes.

   Sólo Najera sabe lo que es batallar al máximo. Por eso cuando apodaron a Eduardo Najera el Michael Jordan mexicano, se equivocaron rotundamente. El esfuerzo del pálido chihuahueño fue infinitamente superior que el máximo de Jordan. Si Najera hubiera nacido en Estados Unidos, de seguro fuera material de Juego de Estrellas, mientras que si Jordan hubiera nacido en México, de seguro nunca hubiera llegado a jugar en la NBA. Estaría inmerso en la cultura del “mañana” y su inagotable talento se hubiera perdido en alguna universidad mexicana. Najera se ha mantenido por años en la NBA, por su gran esfuerzo en los entrenamientos y en los partidos.

-Frank Bermùdez, twitter: ok_basket 
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